jueves, 17 de marzo de 2011

Redescubriendo a CAP

REDESCUBIERNDO A CAP

La rebelión de los náufragos, de Mirtha Rivero (Editorial Alfa, Caracas, 2010), no es sólo una rigurosa y grácil investigación sobre las circunstancias que rodearon la intempestiva salida de Carlos Andrés Pérez del poder; es también, y sobre todo, una crónica sobre la destrucción de la democracia venezolana. Y es que, contrariamente a lo que se piensa, el proceso de demolición del ensayo democrático inaugurado en 1958 no comenzó con la elección de Hugo Chávez como presidente constitucional de Venezuela el infausto año de 1998, sino mucho antes, concretamente en 1993 cuando, una vasta conspiración de civiles y militares, en imposible contubernio, desalojó a CAP de Miraflores y abrió las puertas al infierno totalitario que, como una maldición, padecemos desde hace más de doce años. Es en este episodio aciago de nuestra historia reciente donde se encuentra el origen de nuestra deriva antidemocrática.

El libro se lee con fruición, por lo bien escrito que está, pero también con una sensación de desazón y, justo es decirlo, de creciente perplejidad. En la medida en avanzamos en sus páginas, no podemos evitar preguntarnos: ¿Por qué las élites políticas, empresariales y sociales, incluidos los medios de comunicación, sucumbieron a los cantos de sirena del mesianismo militar y la paranoia antisistema? ¿Por qué medio país respaldó y hasta celebró los golpes de estado perpetrados por la cofradía de militares felones que, arteramente, traicionó su juramento de defender la Constitución y el orden democrático? Lo que entonces no comprendieron Los Notables y sus corifeos es que, al sacar a Pérez del juego, echaron a andar los demonios del autoritarismo y la antipolítica. La democracia había quedado herida de muerte.

La autora dijo hace poco en una entrevista que el libro no tenía por objeto reivindicar la figura de CAP, sino sólo contar de manera objetiva lo que pasó en su segunda presidencia. Sin embargo, La rebelión de los náufragos, al poner los hechos en perspectiva, constituye un alegato a favor de CAP. Porque, si algo queda claro con este libro es que Carlos Andrés Pérez estaba en el camino correcto cuando emprendió con coraje, pero sin éxito, una serie de reformas estructurales del Estado y de la economía nacional. CAP fue un visionario que supo leer la realidad mejor que sus detractores y asumió la ingrata tarea de romper de una vez por todas con el modelo económico rentista e intervencionista y aplicar los correctivos necesarios para que Venezuela se insertara sin ambajes en la economía global. Ya el capitalismo de estado que, por cierto, fue el santo y seña de la primera presidencia de CAP, estaba agotado, y resultaba imperativo dejarlo atrás y emprender el camino de la modernización. Esto en la esfera económica.

En el ámbito político, el mayor aporte de Pérez consistió en hacer realidad la descentralización al impulsar la elección directa de gobernadores y alcaldes. Este es, qué duda cabe, el legado más importante de CAP. Ni el más encarnizado de sus detractores puede negarle ese mérito.

Carlos Andrés Pérez fue y seguirá siendo, aún después de su muerte, un personaje polémico. Pero, más allá de sus aciertos y sus fallas, siempre será recordado como uno de los líderes fundamentales de la democracia venezolana. El desastre actual es un estímulo para revalorar su legado y su trascendencia histórica.


Luis Miguel Rebolledo

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Plegaria del Conductor

Adaptación de Paulina Rosenfeld, sobre la versión original del rabino Michael Graetz.

Espero tener la suficiente conciencia, responsabilidad y determinación que me guíe a llegar en paz a mi destino. Tener la humildad para reconocer que cada persona es un mundo entero y que no hay tesoro más precioso que la vida humana, no el tiempo ni el dinero.

Espero tener suficiente
CUIDADO, para cuidar la distancia
AMABILIDAD, a dar prioridad de paso.
CONCIENCIA, para frenar a tiempo.

Espero tener también la fortaleza para dominar mis impulsos de omnipotencia y competencia y que por descuido, ignorancia y arrogancia pueda hacer daño a mis semejantes o ser objeto de ello.

Porque formo parte de la sociedad y cuidando mis conductas, me cuido no solo a mí sino también doy paso para una sociedad mejor.