domingo, 31 de agosto de 2008

Caos vehicular y crisis de valores

CRÓNICAS VEHICULARES
Caos vehicular y crisis de valores
Siempre he creído que, antes que su historia o su folklor, que su música o su sistema económico o político, lo que mejor define a un país en estos tiempos tempestuosos que vivimos es la manera como sus ciudadanos se comportan frente al volante. Así, el mejor indicador del grado de desarrollo de una nación es la mayor o menor disposición que muestre su población a acatar las regulaciones relativas al tránsito automotor. No es casual que en los países avanzados existe un respeto riguroso, casi reverencial, a las leyes de tránsito, y en las naciones menos avanzadas, como la nuestra, las normas que regulan el tráfico (y todas las normas en general) son vistas con creciente desdén, como si, a fin de cuentas, solo se tratara de una mera formalidad, de una abstracción a la que nadie presta la menor atención, ni siquiera las autoridades que están obligados a hacerlas respetar.
En este campo, la situación de Venezuela es verdaderamente dramática. El caos, la anarquía, y el irrespeto por derecho ajeno se han enseñoreado en las calles y avenidas de Venezuela. Cada quien interpreta las señales de tránsito según su conveniencia. La luz roja del semáforo significa para muchos “quítense, que tengo prisa”, el hombrillo constituye para los más temerarios el canal de circulación rápido, la prohibición de manejar un vehículo bajo los efectos del alcohol es, para unos cuantos irresponsables, una invitación a violar la norma en nombre de la diversión sin límites. El medalaganismo adquirió carta de ciudadanía en nuestras destartaladas vías de circulación. Y a nadie parece importarle.

Demás está decir que la profundización de este grave problema es un trasunto de la crisis de valores que aqueja a buena parte de la sociedad venezolana. Si, al conducir sus carros, un número significativo de compatriotas prefiere poner en riesgo sus vidas y las de sus conciudadanos antes que someterse a los dictados de la ley, es debido a que, en su día a día, las transgresiones de la norma, el desprecio por el derecho de los demás, constituyen una condición sine qua non de su modus vivendi, una clara manifestación de su naturaleza trasgresora.
Ha llegado la hora de que las autoridades entiendan que este es un asunto de salud pública que debe ser enfrentado con prontitud. Quizás la educación vial se un buen punto de partida en este sentido. ¿Qué están esperando para hacer algo?

Luis Miguel Rebolledo

2 comentarios:

Mich Vera dijo...

Le doy la bienvenida a un nuevo colaborador de este espacio, el cual espero cuente con el apoyo de los lectores.
¡Gracias Luis has llegado en el mejor momento, cuando más lo estoy necesitando.!
Los tiempos de Dios son perfectos.

Mich Vera dijo...

Miles de miles de jóvenes mueren en las carreteras tanto por estar estas en malas condiciones o porque hay una gran cantidad de irresponsables manejando, algunos de ellos ya causantes de muertes en las carreteras.

Simplemente aprovecho este post para que tomemos conciencia: LOS CARROS MATAN como cualquier arma de fuego y no todo ser humano está en capacidad de tener en sus manos un vehiculo terrestre.

Las autoridades del país, desde el presidente, pasando por ministros y funcionarios ¡Son co-responsables de estas muertes por no cumplir con su trabajo!

Los ciudadanos son responsables, por faltar a la ley, por irrespetar la vida, por ser irresponsables ante el manejo de un vehículo que se puede convertir en sus propias tumbas. No estoy exagerando ni dramatizando…

En la Web de la OMS dice: “A nivel mundial, en 2002 murieron 1,18 millones de personas por causa de choques en la vía pública, lo que significa una media de 3.242 muertes diarias”.

¡Si eso fue en el 2002 a cuanto a podido subir o bajar la cifra! ¡Es igual de tragico!

¡Ciudadanos contra Ciudadanos!

Plegaria del Conductor

Adaptación de Paulina Rosenfeld, sobre la versión original del rabino Michael Graetz.

Espero tener la suficiente conciencia, responsabilidad y determinación que me guíe a llegar en paz a mi destino. Tener la humildad para reconocer que cada persona es un mundo entero y que no hay tesoro más precioso que la vida humana, no el tiempo ni el dinero.

Espero tener suficiente
CUIDADO, para cuidar la distancia
AMABILIDAD, a dar prioridad de paso.
CONCIENCIA, para frenar a tiempo.

Espero tener también la fortaleza para dominar mis impulsos de omnipotencia y competencia y que por descuido, ignorancia y arrogancia pueda hacer daño a mis semejantes o ser objeto de ello.

Porque formo parte de la sociedad y cuidando mis conductas, me cuido no solo a mí sino también doy paso para una sociedad mejor.