¿Hasta cuando? ¿Cuántos más tendrán que morir para que las autoridades nacionales e internacinales hagan algo por evitar estos crímenes?
Mich.
Información obtenida gracias a Nidia Ochoa, que desde su país, Colombia, también trata de hecer una labor concientizadora con respecto a este tema.
27 de Abril de 2008
Difícil de superar es el drama de las víctimas de un accidente de tránsito
EL TIEMPO recogió tres historias de personas que quedaron marcadas por un hecho de imprudencia en la calle y que hasta hoy han sentido la ausencia de la justicia.'Salió del colegio para evitar burlas de sus compañeros'
Sarita Peña todavía sueña con ser una gran bailarina. Haber perdido su pierna derecha no es un impedimiento para alcanzar su sueño.
"El 21 de junio del 2007 la mandé al colegio con una señora que me la llevaba todos los días -cuenta Magda Ramos-. Estaban esperando para pasar la calle y un bus les dió vía. Detrás venía un taxi que por no esperar a que el bus arrancara, se adelantó.
Cuando las vio cruzando la calle ya era demasiado tarde para frenar.
"Mi hija estuvo dos días en la clínica. Cuando regresamos a la casa, ya enyesada, le empecé a notar los dedos morados. Unos días más adelante ya gritaba del dolor. La llevé de nuevo al hospital. Los médicos me mandaron a rezar. Me dijeron que necesitaban un milagro, pues mi hija ya tenía una infección en la pierna que, además, se le había pasado al riñón y a los pulmones.
"Para salvarla tuvieron que cortarle la pierna. Desde entonces, Sara entró en una terrible depresión. Aquí los niños no volvieron a correr, porque a ella le da rabia que sus hermanos puedan hacerlo.
"Por las noches se levanta llorando. Incluso, a veces me dice que se siente inútil, que se quiere morir".
A los pocos meses del accidente, Sara no quiso volver al colegio, pues sus compañeros la apodaron 'La pata sola'.
"Ella se siente diferente, no se resigna a no tener sus dos piernas. Sé que ella va a lograr su sueño de ser bailarina, pero ya no tiene las mismas posibilidades de una persona normal. Aunque el seguro del taxista solo nos cubrió los gastos hospitalarios, Sara siempre quiso conocerlo. Pero él nunca vino y ni siquiera nos llamó para saber de su estado", concluye Magda.
"Tuve que ver pasar al frente de mi casa a quien atropelló a mi hermana"
A 100 metros de su casa, Mary Bottagisio tuvo que reconocer la bicicleta y el casco que todos los días usaba su hermana de 23 años. Fue lo único que quedó de ella después de que un conductor de servicio público, por dar un giro inesperado, le quitó la vida.
"Todos los días se movilizaba en bicicleta, fue el medio de transporte que adoptó desde joven, desde antes de que existieran en la ciudad las ciclorrutas. No importaba la hora ni el día, siempre usaba casco y chaleco.
"El conductor tenía un considerable número de comparendos. A los pocos días de quitarle la vida a mi hermanita, se pasó un semáforo en rojo. Y así fue en adelante, pues cada semana tenía entre tres y cuatro nuevos comparendos por infracciones.
"Lo más duro fue que durante dos años, tiempo que duró el juicio, tuve que verlo pasar por el frente de mi casa cometiendo las mismas imprudencias".
La pelea de Bottagisio por hacer que este hombre reconociera su culpa la llevó a una dura batalla jurídica. "Nos enfrentamos a tanto abandono del Estado, que decidí crear una fundación para ayudar a las víctimas en accidentes de tránsito".
"Perdimos hasta los recuerdos"
La del 2007 siempre será la peor Navidad de Jaime Pinzón. El 22 de diciembre, a las 5 de la tarde, se enteró que su mamá, de 76 años, había muerto calcinada en su propia casa, por culpa de un joven que, manejando con tragos, se estrelló contra su vivienda y causó una explosión.
"Viajé desde Yopal. Y durante el camino me repetí muchas veces que mi hermana estaba equivocada -recuerda Pinzón-. ¿Cómo podía un carro estrellarse contra la casa de la mitad de la cuadra? Cuando llegué al sitio, en el barrio Santa Lucía, todavía había incendio.
"Vi cómo las llamas se extinguían mientras el cuerpo de mi mamá y los de las dos señoras que la acompañaban se seguían quemando sin poder hacer nada. Murieron cuando intentaron salir de la casa, mientras el gas salía de la tubería".
Pinzón, no pudo ver el cuerpo de su madre. Tuvo que reconocerla por la ropa que llevaba puesta. "Para nosotros una de las cosas más tristes es que, además de perderla a ella, también perdimos los enseres y la casa que tanto quiso. Solo nos quedó el recuerdo".
Hoy, el responsable de esta tragedia esta libre. Y nadie responde por los daños que sufrió la casa.
La visión jurídica
El fenómeno de la culpa se divide en dos: el dolo, que es cuando existe intencionalidad, y la culpa, que es cuando no existe intención sino imprudencia o impericia, lo que hace que el grado de la pena impuesta sea menor.
"Siempre se ha considerado que quien conduce un vehículo no tiene intenciones de matar a nadie", explica la fiscal Patricia Santamaría.
El homicidio culposo tiene una pena de 3 a 5 años de cárcel, pero si el culpable acepta los cargos, se reduce a la mitad. Y las penas menores a 3 años son excarcelables.
"Estamos trabajando en un proyecto de ley para endurecer esos castigos, porque no es justo que una persona que va embriagada cause la muerte de otras personas y al otro día este campante en las calles", agregó.
Las cifras de la accidentalidad
En Bogotá, cada 17 horas muere una persona en accidentes de tránsito. En el 2007 fallecieron 542 personas, 209 más que en el 2006.
Los más afectados son los peatones, que representan el 55 por ciento de las víctimas. En segundo lugar están las motos con 102 muertos.
Pero más allá de las víctimas y de las cifras de accidentalidad, queda el drama de las familias que pierden un ser querido o que ven cómo se trunca un sueño por culpa de la imprudencia de otro.
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